Un Gobierno sin “partido de gobierno”
Revista ideele
Junto con Keiko Fujimori, el “extremista” Ollanta Humala fue uno de los candidatos que más temores despertaba y resistencias generaba en la mayor parte del electorado, ya que era considerado un riesgo para la democracia y para la continuidad del crecimiento económico sustentado en el libre mercado. No obstante, paradojas de la política peruana, fue él quien se alzó con el triunfo electoral.
Para poder ganar las elecciones, entre la primera y la segunda vuelta Humala se desplazó desde el extremo izquierdo del espectro político, que a juicio de muchos era lo que amenazaba la estabilidad democrática y el crecimiento económico, hacia la centro-izquierda, espacio desde el cual, en teoría, se pueden hacer ajustes a la política económica, en aras de lograr una mayor inclusión social sin arriesgar la estabilidad económica ni amenazar la democracia política. Con tal fin, presentó un nuevo plan de gobierno y reforzó su equipo con técnicos provenientes de canteras liberales o socialdemócratas.
La nueva ubicación de Humala, sin embargo, no es por sí misma garantía suficiente para lograr la consolidación de un gobierno de centro-izquierda, inclusivo y democrático. Era y es de prever que su Gobierno se encontrará sometido a una doble presión, desde ambos lados del espectro social y político. Los sectores más a la izquierda intentarán que Humala retome su agenda radical, sobre todo cuando su Gobierno se enfrente a las crecientes demandas sociales que se han gestado en estos años, y que los anteriores gobiernos no han tenido capacidad de atender. Seguramente, no faltarán desde este lado acusaciones de “traición”, de que su Gobierno es “más de lo mismo”, de que “una vez más el pueblo ha sido engañado”; y no pocos conflictos sociales podrían generarse.
Por otro lado, los sectores más conservadores y de la derecha más recalcitrante no descansarán en su intento de que Humala abandone su agenda de inclusión social (cuya ejecución implica cortar ciertos privilegios a los que determinados grupos empresariales se habían acostumbrado) y termine gobernando con el mismo programa ortodoxo de las últimas décadas, como antes pasó con Alberto Fujimori, Alejandro Toledo y Alan García, quienes fueron elegidos como candidatos alternativos a los de la derecha, no obstante lo cual gobernaron con y para la derecha. Desde este lado, surgirán no pocas campañas tendientes a socavar la legitimidad del régimen y traérselo abajo, aprovechando sus flancos más débiles (un botón de muestra ha sido la campaña contra el jefe de Devida, Ricardo Soberón, sacando provecho de algunos errores de comunicación sobre la nueva política antidrogas).Por tanto, que Ollanta Humala logre realizar un verdadero gobierno de centro-izquierda, sin radicalizarse ni convertirlo en un régimen populista por las presiones que vengan desde la izquierda o de los movimientos de protesta social, ni derechizarse haciendo más de lo mismo por la presión de los grupos de poder, constituye un gran desafío de cuyo logro depende que alcance el prometido crecimiento económico con inclusión social y de que el país avance en la consolidación de su democracia y no sufra más bien un retroceso.
Soy de los que creen firmemente que, para lograrlo, ayudaría mucho si el Gobierno fuera respaldado por un partido bien organizado y por una sociedad civil vigorosa. Para ello, Gana Perú debería convertirse en un verdadero partido político, que sirva de soporte al Gobierno y, eventualmente, logre atraer y articular a sectores de izquierda, de centro, socialdemócratas o de izquierda liberal. Una especie de versión peruana del Partido de los Trabajadores brasileño o del Frente Amplio en Uruguay.
Para que Gana Perú pueda convertirse en un verdadero partido político (ahora solo es una más de las tantas membresías inscritas en el Registro de Organizaciones Políticas), deberían darse cuando menos dos condiciones: que Ollanta Humala, o su entorno más cercano, alienten dicho proceso (y no conspiren contra él); y que los diversos grupos que conformaron la confluencia Gana Perú (el Partido Nacionalista Peruano-PNP, los colectivos de izquierda, los intelectuales y profesionales de izquierda articulados en Ciudadanos por el Cambio, los movimientos regionales) tengan la capacidad de deponer sus diferencias y disputas, y se pongan a trabajar juntos en la construcción de un único proyecto.
Los sectores más conservadores y de la derecha más recalcitrante no descansarán en su intento de que Humala abandone su agenda de inclusión social termine gobernando con el mismo programa ortodoxo de las últimas décadas, como antes pasó con Alberto Fujimori, Alejandro Toledo y Alan García.
Precisemos que Gana Perú, formalmente hablando, es solo el original PNP con otra denominación. En tal sentido, su carácter de “frente” que articula diversos grupos o colectivos fue más de hecho que de derecho.
Aunque, en términos generales, estos casi dos primeros meses han sido básicamente positivos para el Gobierno de Humala, parece que en lo que respecta a la construcción partidaria es muy poco lo avanzado. Más allá de la voluntad que han demostrado algunos sectores integrantes de la confluencia Gana Perú, especialmente Ciudadanos por el Cambio, por avanzar en la consolidación de una articulación de todos los grupos, colectivos o movimientos que apoyaron orgánicamente para el triunfo de Humala, parece que por el lado del PNP las cosas apuntan en otra dirección y, más bien, habría la intención de romper definitivamente la alianza y “bajar del coche a los advenedizos”.
Una de las razones de la falta de entendimiento sería la disputa por los cargos públicos, en un contexto en el que muchos de los cuadros políticos y técnicos de Ciudadanos por el Cambio, que en promedio están mucho mejor calificados que los del PNP, han pasado a ocupar las más importantes ubicaciones en el Gobierno (Primer Ministro, ministros, viceministros, directores, asesores de alto nivel), frente a lo obtenido por el promedio de militantes del PNP, que han conseguido puestos menos destacados.
Lo cierto del caso es que las relaciones entre quienes integraron el frente Gana Perú no están en su mejor momento. Un hecho que nos puede ilustrar sobre el particular es lo ocurrido el fin de la primera semana de septiembre. Al mismo tiempo que Ciudadanos por el Cambio celebraba un encuentro nacional para definir sus futuras acciones y apuntalar el proceso de fortalecimiento de Gana Perú (entendido como una mesa de cuatro patas: PNP, Ciudadanos por el Cambio, colectivos de izquierda y movimientos regionales), la Comisión Política Nacional del PNP aprobaba una directiva por la cual, de hecho, disuelve dicha confluencia política. En la directiva, tras señalar que Gana Perú se formó para apoyar la candidatura de Ollanta Humala y que para ello utilizó la estructura legal y orgánica del PNP, dispone que a partir de la fecha (la resolución es del 1 de septiembre) se restablece y consolida el funcionamiento de los locales del PNP, los que deben funcionar únicamente con ese nombre, y que solo serán reconocidos por los órganos del partido los locales que cumplan dicha disposición.
Queda por saber si a Ollanta Humala o a su entorno más cercano les interesa facilitar la conversión de Gana Perú en un partido de verdad. Cierto que en un contexto de desinstitucionalización de la política como el que vivimos, no hay muchos estímulos para hacer esa apuesta, ya que cuanto más institucionalizado y democrático es un partido, menos poder relativo tienen sus cúpulas (y es muy difícil que quienes detentan el poder se resignen a verlo menguado). Pero lo que ahora está en juego es la viabilidad misma de un Gobierno que se ha planteado retos muy difíciles de cumplir. Por el bien de la democracia, esperemos que a quienes corresponde decidir, tomen las decisiones más adecuadas para el país, y no las que dicta el corto plazo.
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