martes, 18 de octubre de 2011

Indignación made in Perú


Indignación made in Perú

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¿Por qué todavía no protestan los peruanos?
Desde la Puerta del Sol hasta Wall Street, la indignación se esparce con origen distinto en cada rincón pero con expresión parecida: la protesta contra ‘el que la lleva’, desde el gobierno hasta los bancos.
La ‘indignación’ incluye Madrid, Manhattan, Roma, Buenos Aires, Santiago, Londres, Bruselas, Tel Aviv, Trípoli, Santo Domingo, Asunción, Fráncfort, Praga, Sofía, Túnez, Berlín, Rabat, Hong Kong, Sidney y Río, entre 951 ciudades de más de 80 países que este sábado 15 hicieron una protesta global.
En Lima también hubo una manifestación aunque raquítica, con solo medio centenar que acudió a la Plaza San Martín. ¿Es que no hay motivos para la indignación en el Perú?
Marco Sifuentes planteó que no nos faltan capacidad de organización o motivos, sino que aquí los indignados ya ganaron al imponerse en la última elección a la corrupción fujimorista y a la impunidad para los violadores de derechos humanos.
Creo que la ola recién está por venir al Perú. Puede explotar por muchos lados, especialmente por el más inesperado, aunque –y en esto sí coincido con Ocram– el mayor sector de riesgo es la corrupción, es decir, la posibilidad de que un escándalo importante y cerca del corazón del gobierno, se vuelva la chispa que enciende la pradera. ¿Alguien dijo Omar Chehade?
Los ciudadanos peruanos están, para decirlo de un modo claro y directo, hartos de la corrupción. La sensación extendida de que el gobierno de Alan García estaba, desde el estallido de los ‘petroaudios’, herido de muerte por la corrupción fue lo que le impidió crecer en las encuestas de popularidad.
A su vez, Ollanta Humala triunfó, en parte, porque la mayoría de peruanos sintió que él tenía –según las encuestas– la mejor propuesta para luchar contra la corrupción.
Las señales que viene dando el gobierno sobre transparencia no son positivas. El escándalo por las reuniones policiales del vicepresidente Omar Chehade requiere una explicación más articulada que poner en su twitter: “Esto es una patraña, la verdad esclarecerá todo, gracias por su apoyo”.
Por el bien del gobierno pero más del país, ojalá que sea así, pues las señales de descomposición ya aparecen por varios lados. Desde el caso de Doe Run en Indecopi hasta el viaje ruso de Alexis Humala, el presidente Humala necesita –con urgencia– dar señales de honestidad.
Si no lo hace oportunamente, ahí sí que tendrá una caída estrepitosa en las encuestas, y no solo ese muy ligero retroceso equivalente al margen de error que ya está haciendo suspirar de la emoción a un par de bastante confundidos diarios limeños

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