miércoles, 19 de octubre de 2011

El problema de fondo es que no sabemos a dónde ir

Columnistas | 19-10-2011 | Juan Sheput
Diario 16

El problema de fondo es que no sabemos a dónde ir


Nos encontramos en el año 2021 y el Perú vive con orgullo su bicentenario. Se le reconoce como un país con un sello gastronómico. Estudios de prospectiva definieron en su momento que una tendencia importante tenía que ver con la preferencia por los cultivos orgánicos y que la biodiversidad de la cual gozamos es activo valioso en nuestra diferenciación culinaria. El Perú supo apostar y acertó.

La difusión de nuestra gastronomía ha generado una proliferación de restaurantes y chefs peruanos por todo el Mundo. Poco a poco, nuestra cocina fue avanzando en diversos lugares. Las exigencias del sabor peruano van de la mano de nuestras exclusividades, de aquellos productos que forman nuestras ventajas comparativas: el limón de Chulucanas, la cebolla arequipeña, la papa amarilla, el maíz morado. Nuestros agricultores se alínean a esos esfuerzos pues hay un mercado creciente: el que es consecuencia del crecimiento de la cocina peruana. El gobierno, consciente de ello, dota de capacidad de frío a nuestras bodegas y de infraestructura vial a nuestro territorio con el objeto que lo cultivado sea exportado, llegando a tiempo al mercado. El Perú se convierte en un país “boutique”, con productos del agro selectos para clientes que valoran la distinción. Esa exclusividad nos permite obtener mejores precios y, por otra parte, una campaña promocional del gobierno entusiasma al público gourmet invitándolo a disfrutar de un cebiche de corvina, no en Tokyo ni París, sino en la renovada Herradura o Punta Sal. El turismo deja de ser machupicchudependiente y se consolida un turismo gastronómico en un país que, como el nuestro, es de ensueño.

Como señalan los teóricos de la globalización, el triunfo en un mundo global pasa por el fortalecimiento de aquello que nos diferencia. Y algo que nos diferencia, y mucho, es nuestra gastronomía y, por sobre todo, nuestra biodiversidad.

El Perú ha ganado en madurez y apuesta por una política que rinde frutos en el largo plazo de manera sostenible, generando riqueza y cuidando el país para las futuras generaciones. Su modelo de desarrollo es reconocido por organismos internacionales y se presenta como ejemplo de aprovechamiento de nuestras ventajas comparativas. La Gastronomía peruana es reconocida como Patrimonio de la Humanidad.

¿Qué podría haber pasado si la apuesta era por los cultivos transgénicos? Los mismos estudios prospectivos señalaban que como consecuencia de una agresiva polinización se habrían afectado nuestros productos de bandera. La industrialización de nuestra agricultura, llevada por el cortoplacismo, habría invadido a nuestras tierras de caña de azúcar para el etanol, de maíz para lo mismo y de cultivos de esa índole más dirigidos a los automóviles que a las personas. Nuestra gastronomía hubiera tenido un éxito episódico, pues luego de una década de transgénicos ya no tenemos ni limón, ni maíz morado, ni papa amarilla ni nada que nos diferencie. La gastronomía fue un motivador pasajero, devorada por los transgénicos.

Como verán, estimados lectores, el problema de nuestro país radica en que no sabemos a dónde ir. La ganancia inmediata y el cortoplacismo nos condena, y el apetito voraz de los que quieren la ganancia inmediata no tiene escrúpulo en destruir lo mejor que tenemos: aquello que nos diferencia.

No hay comentarios: