lunes, 30 de abril de 2018

Historias de madres que perdieron a hijos por imprudentes al volante.

Historias de madres que perdieron a hijos por imprudentes al volante

Dos casos que conmovieron al país aún no encuentran justicia. En #NoTePases queremos que las víctimas de los accidentes de tránsito salgan del anonimato de las cifras.


CASO SANTIAGO CANALES
“‘¡Levántate!’, le pedí a mi hijo”


La habitación de Santiago Canales Zorrilla sigue intacta con un póster de la película “Star Wars”. Margot Zorrilla Heredia ha colocado una foto de él en una mesita, a modo de altar. Tenía 12 años cuando un volquete, que no respetó la luz roja, se lo llevó de encuentro.

Eso fue el 11 de junio del 2012. Eran las 4 p.m. Santiago salía del colegio Pamer, en Los Cedros de Chorrillos. Cursaba el primero de secundaria. Caminaba con dos compañeras por la cuadra 8 de la avenida Defensores del Morro. El niño, que vio venir el camión a gran velocidad, atinó a apartar a sus amigas de la vía. Pero él no pudo eludir el vehículo. Falleció ahí mismo.
A esa hora su madre estaba trabajando en Camacho, La Molina. “Recibí una llamada. Me dijeron que Santiago estaba mal. Corrí a la Maison de Santé pensando que habían internado a mi hijo ahí, pero no había nadie con su nombre. Un enfermero se me acercó y me avisó que había ocurrido un accidente en Huaylas. Fui y vi a mi mamá postrada en el suelo. ‘¡Mamá! ¿Dónde está Santiago?’, grité. No quería ver lo que pasaba”, recuerda Margot. El cuerpo de Santiago estaba cubierto con cartones y papeles. La abuela del niño señaló hacia ellos.
“Saqué todos los papeles. Le toqué la mano. Estaba caliente. ‘¡Levántate!’, le pedí. Y un policía me dijo que no lo tocara”, cuenta la madre. Margot no se movió las siguientes cuatro horas, hasta que llegó un fiscal para el levantamiento del cuerpo. Luego se vio en la morgue de Lima.
–Impunidad a la vista–
–¿Lo quiere limpio? ¿Lo va a bañar usted? –recuerda que le preguntaron.
Los empleados de una funeraria aprovecharon su estado de shock y le vendieron un paquete carísimo para el sepelio.
–Firme acá para que se lo lleve rápido– le dijeron y le extendieron el lapicero.
De pronto Margot ‘despertó’ en el cementerio. Estaba endeudada y la tierra caía sobre el cajón de su hijo.
En la comisaría, Johnny Javier Salazar Tataje, el conductor del volquete, quiso culpar a Santiago de su propia muerte. “Dijo que mi hijo era un niño de mal vivir, un piraña que se había tirado a la pista porque había visto un monedero. Luego cambió de versión. Dijo que Santiago estaba con audífonos, que estaba en patineta, que había sido imprudente”, recuerda la madre. Pero en la zona había cámaras de vigilancia que registraron al chofer con ínfulas de Schumacher. Salazar Tataje tenía para entonces un récord de 158 papeletas por faltas graves y muy graves, y su volquete no contaba con SOAT al momento del accidente.
En abril del 2016, el Juzgado Penal 33 lo sentenció a 9 años de cárcel por homicidio con dolo eventual (la fiscalía había pedido 12 años para él) y al pago de 60 mil soles de reparación. Hasta ahora no ha pisado un penal. “Y sabemos que sigue manejando el mismo camión, que no tiene orden de captura ni está internado en el depósito del SAT”, acusa Margot.
CASO MELANY OLIVERA
“Un sistema corrupto me la quitó”


Melany Olivera era la niña de los ojos enormes, la engreída de la familia. Tenía 14 años, quería estudiar Negocios Internacionales y Comunicaciones. A veces también decía que iba a seguir Medicina. Le entusiasmaban muchas cosas y le había prometido a su padre, Luis Olivera, que cuando fuera grande y tuviera plata le iba a regalar una camioneta 4x4. “La que tú quieras, papá”, le decía.
El 24 de noviembre del 2016 salió de su colegio, en Los Olivos, y se fue caminando por la berma central de la avenida Universitaria con sus amigas. Por la pista venía una camioneta en condición de chatarra que perdió una llanta estando en movimiento. La llanta salió disparada, cruzó la berma, chocó con una combi, rebotó y golpeó a Melany en la cabeza.
La adolescente estuvo 11 días en coma. Falleció el 4 de diciembre. “Su cabecita la tenía muy dañada. Era imposible que sobreviviera”, indica Luis Olivera. El diagnóstico de Melany fue traumatismo encefalocraneano severo, hemorragia subaracnoidea traumática, hematoma subdural agudo, neumoencéfalo (o acumulación de aire en el cerebro), fractura de base de cráneo y neumotórax. Presentaba cefalohematoma frontal bilateral, rigidez de descerebración y colapso parcial del pulmón izquierdo.
–Negligencia fatal–
El conductor de la camioneta presentó a la comisaría un certificado de revisiones técnicas emitido solo dos días antes. Según la empresa Retegen, ese carro estaba en óptimas condiciones para circular. “Mi niña era inteligente, divertida, le encantaba cantar. Y un sistema corrupto de entrega de certificados técnicos me la arrebató”, dice Olivera. “El ingeniero que supuestamente había revisado la camioneta estaba en provincia cuando el carro ingresó a Retegen. Pero había dejado varios certificados en blanco firmados”, explica el padre.
Tras una investigación, el Ministerio de Transportes y Comunicaciones suspendió la licencia de funcionamiento a Retegen y sancionó al ingeniero, que finalmente confesó su falta. “Pero seguimos batallando con todos los culpables”, dice Olivera, quien ha demandado penal y civilmente al chofer y a Retegen.