martes, 15 de noviembre de 2011

Ya estuvo bueno...

- Diario La Repùblica

Ya estuvo bueno...

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El presidente debe hablar con energía sobre Chehade.
Desde que se destapó el escándalo de las citas indebidas del aún vicepresidente Omar Chehade, hace casi un mes, no ha habido ninguna información relevante que apuntale su inocencia y, por el contrario, todo lo que se sigue conociendo ratifica su culpabilidad.
Aunque Chehade trate de aferrarse al cargo como sea, creyendo que eso le permitirá una mejor defensa de la cena que organizó en Las Brujas de Cachiche con su hermano, un amigo, y tres generales a los que pretendió comprometer para favorecer los intereses del Grupo Wong, los hechos confirman que el vicepresidente ha mentido.
Ello ha debilitado aún más su frágil situación política y judicial en un contexto en el que han aparecido más indicios de otras acciones indebidas. Además, Chehade ha constituido una ‘portátil’ para apuntalar su estrategia, como la que lo acompaña cuando va al Congreso, o con la que pretende inundar los programas radiales en los que participa la audiencia.
Si el gobierno quiso ayudarlo al inicio, pronto se quebró la confianza cuando Chehade demostró que estaba dispuesto a comprometer al presidente o al premier, entre otros, con el fin de salvarse mediante la táctica de meter más gente a su bote.
Desde entonces, varios del gobierno –el presidente, el premier, la primera dama o la mayoría de  la bancada de Gana Perú– han tomado distancia del vicepresidente. Incluso, el jefe del Estado le solicitó directamente que dé un paso al costado, una manera elegante de decirle que se quite.
El presidente de la República no tiene la capacidad de destituir al vicepresidente. Por ello, Ollanta Humala hizo bien al plantear, el domingo antepasado, que Chehade diera un paso al costado voluntario, que naciera de él mismo.
Pero a Chehade no le entran balas, y su terquedad se ha convertido hoy en un factor que desgasta al gobierno, distrae su atención, y mella el liderazgo que el jefe del Estado necesita para afrontar asuntos complejos como la conflictividad social.
Por ello, ya es hora de que el presidente Humala hable con más claridad y energía, que ofrezca al país disculpas por designar a alguien que traicionó su confianza, que le retire todas las gollerías vicepresidenciales, y que le exija al Congreso que actúe con celeridad y rigor en este caso.
A pesar de todo, si algo bueno deja este escándalo frustrante de ver a alguien que estuvo comprometido con que se haga justicia a un corrupto como Alberto Fujimori, es que recuerda que corrupción hay en todos lados, en todos los partidos e ideologías, y que nunca se debe bajar la guardia para combatir a esta inmundicia que depreda los recursos que se necesitan para combatir a la pobreza y para mejorar la calidad de vida de la ciudadanía.

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