miércoles, 9 de noviembre de 2011

Chehadegate

- Diario La Repùblica

Chehadegate

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Balance preliminar del primer escándalo del gobierno.
Tras la turbulencia ocasionada por el pedido del presidente Ollanta Humala a Omar Chehade para que diera un paso voluntario al costado, y el ofrecimiento de este de no ejercer la vicepresidencia mientras dure la investigación, el escándalo perderá alguna intensidad. Tiempo, entonces, de un balance preliminar de muertos y heridos.
Chehade es, obviamente, el primer y principal damnificado. Estaba tan cantada la decisión que iba a tomar, que hasta este columnista pudo preverla ayer en este espacio. Dejar de ejercer un cargo que en realidad no se ejerce, como el de segundo vicepresidente, no constituye gran cosa, pero no deja de ser cierto que la invocación de presunción de inocencia es válida.
Lo es, sin embargo, desde un punto de vista jurídico, pues políticamente Chehade está, al menos durante este lustro, liquidado. No podrá ejercer interinamente la Presidencia ni alguna posición relevante en el Congreso. Si hace unas semanas dijo en una entrevista que le gustaría ser presidente en el 2016, ahora su mejor perspectiva es llegar como zombi a ese año.
El presidente Humala, por su parte, enfrentó la primera gran crisis de su gobierno por un escándalo que, sin duda, lo manchará. Sin embargo, y a pesar de una reacción que pudo ser mucho más veloz, la respuesta que finalmente ofreció es correcta en el sentido de marcar distancia con su cuestionado vicepresidente no obstante que este fue su abogado en un caso complejo como el de Madre Mía, pero respetando el marco institucional que establece que él no puede destituirlo.
En balance, es probable que, por todo ello, el presidente Humala salga fortalecido de esta crisis política, tanto por la naturaleza de su respuesta como por el hecho de que haber tenido esta crisis por un caso de corrupción, en una etapa temprana de su gobierno, dejará la sensación, en el interior del mismo, del riesgo que corren aquellos que en el futuro decidan emprendimientos indebidos como el seguido por el vicepresidente Chehade, de acuerdo con todos los indicios.
De otro lado, la oposición no sale fortalecida por el Chehadegate. Primero, porque –para variar– la denuncia vino desde la prensa. Segundo, porque esta no ha llevado la voz cantante en la investigación a Chehade, ni se percibe algún líder de este sector como cabeza antagónica en este asunto. Algunos, incluso, tuvieron respuestas patéticas, como Keiko Fujimori, quien anteayer criticó la falta de liderazgo de Humala para exigir la salida de Chehade, sin apenas sonrojarse por la convivencia tan entusiasta de su padre con Vladimiro Montesinos.
De paso, finalmente, la megacomisión para investigar presuntas irregularidades durante el gobierno de Alan García salió mal parada en todo este entuerto por las bajas que se produjeron y por el hecho de recordar que la corrupción existe en todos los gobiernos.

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