miércoles, 9 de noviembre de 2011

¿Debe renunciar? En el fondo da lo mismo

- Diario La Repùblica

¿Debe renunciar? En el fondo da lo mismo

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Está claro que Omar Chehade no tiene muchas ganas de renunciar a su vicepresidencia. Probablemente está calculando que mejor será enfrentar los juicios que le esperan como vice que solo como congresista, o acaso espera canjear su renuncia por un mejor trato en el proceso. Desde un punto de vista legal da más o menos lo mismo.
Como el cargo de vice es inocuo, nadie se tomó nunca la molestia de reglamentar una contingencia como la actual. En esa tierra de nadie podría seguir hasta el final, como ese zombi que dice Augusto Álvarez, incluso en la extraña figura de un vicepresidente inhabilitado por una condena. Tema para los abogados constitucionalistas.
En los hechos lo que está haciendo Chehade es incomodar al presidente, como demostración viviente de una mala decisión. Pero allí termina su influencia en el Ejecutivo. Su renuncia sería, en consecuencia, un acto de buenos modales frente a quien tuvo la amabilidad de llevarlo en la plancha, y no tanto un gesto político.
La decisión de no renunciar más bien sería un gesto impolítico. Pues Chehade vicepresidente corre el riesgo de convertirse en el símbolo de la firmeza de Gana Perú en la lucha contra la corrupción, lo cual podría a su vez traducirse en nuevas acusaciones por el camino. Tampoco podría esperar simpatía en las filas opositoras.
El choque Humala-Chehade igual hubiera llegado más temprano que tarde, aun de no haber existido Andahuasi o Las brujas de Cachiche. Pues desde un primer momento Chehade cultivó un alto perfil que nunca conviene a los vicepresidentes, y que en este caso ha contrastado mucho con el discreto estilo de Humala.
Alguna vez Víctor Andrés García Belaunde oyó a Fernando Belaunde decirle a Raúl Diez Canseco, vice renunciante de Alejandro Toledo, algo así como “a nosotros los presidentes no nos gustan los vicepresidentes protagónicos”. Años después, al oír la frase de FBT, Alan García le dijo al congresista, más o menos, “yo prefiero a mis vicepresidentes agónicos”.
 Al haber tomado clara distancia de Chehade con la sugerencia de que renuncie al Ejecutivo, Humala ha resuelto una parte del problema que su primer ministro llamó una piedra en el zapato. Sin embargo el caso mismo se va a arrastrar por un cierto tiempo en los otros poderes del Estado. Inevitable mala prensa para el gobierno.
El incidente podría servir para reconsiderar algunos ajustes en la arcaica institución de los vicepresidentes, ya reducidos a la condición de encargados del despacho presidencial (no de la presidencia) cuando el titular viaja. Además hay algo de cruel en tener a dos personas esperando en el limbo su momento por cinco largos años.

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