viernes, 22 de julio de 2011

Alan y el Morro: Tres años antes (o después)

Revista ideele
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Por más que con Alan García nunca se sabe (y esto es prueba de ello), en el 2008 era difícil imaginar tamaña imposición en el Morro Solar como la que ha realizado al mandar colocar allí el Cristo del Pacífico. En enero de ese año el Presidente decidió presentar un proyecto de ley para establecer la intangibilidad absoluta de ese mismo lugar. El proyecto, que ingresó en el Congreso con carácter de “urgente”, finalmente fue archivado. La intención era apoyar al Instituto Nacional de Cultura (INC) en un conflicto que éste mantenía con la empresa Gremcitel, que reclamaba su derecho como propietaria de una parte del cerro y que pretendía ejecutar allí un proyecto inmobiliario.
En la sesión solemne por el 473.° aniversario de la fundación de Lima, García, erguido frente a los invitados y moviéndose como quien da una clase magistral y dinámica de historia, hizo alarde de su retórica y puso énfasis en el sentido histórico, heroico, cultural y patriótico del “santuario” chorrillano.
Entonces el Morro Solar era el “altar de la patria”, una “reivindicación de esa Lima heroica, de esa hora dramática y apasionada de defensa”; el fin de la decisión era “que ningún interés mercantil destruya su integridad”. Y falta una: el ejemplo que nos dejaba todo aquel simbolismo del lugar era el de “esa gente (los soldados de la Guerra del Pacífico) que nos enseñaron cuándo es necesario rendir la vida y cuándo es necesario posponer el yo frente al colectivo”.
El Presidente ofreció también su respaldo a la gestión de Castañeda, que lo observaba encandilado: “Estamos seguros que trabajando juntos daremos un buen ejemplo […] cuando se deja atrás el partidarismo absurdo y estéril, y cuando se sabe que no es con egoísmo, sino mirando el mismo objetivo que caminan las naciones”. Y sentenció con un cinismo de sus ya conocidas magnitudes: “Abajo todo lo que sea apetito personal, ambición fugaz, oropel del cargo que se recibe”. Tres años después, algunos de esos versos han encontrado otra lógica para ser útiles, otros han sufrido un cambio dramático en sus significados, y el resto han sido, simplemente, olvidados.
La otra lógica 1. Altar de la patria
Sin duda alguna, el Morro Solar sigue siendo un “altar” para nuestro poco santo Presidente. Ya no se trata de un altar de la patria, sino del suyo. En el Cristo, ya lo han dicho, está su figura de manera simbólica. El Cristo acerca el altar a su definición de “lugar donde se celebran ritos religiosos”, como señala el DRAE, pero su intención es más bien la de un rito caprichoso, y eso es pecado. “No tomarás el nombre de Dios en vano”, ¿recuerdan?
2. La reivindicación histórica
La reivindicación histórica se mantiene tanto en el alarde de la intangibilidad de la zona como en la imposición del monumento. Lo que ha cambiado es a quién se reivindica. Por más que el ministro de Cultura, Juan Ossio, diga, con cara de yo no fui, que se trata de un homenaje a los soldados de la Guerra del Pacífico, ése ya no es el caso. Pero ya sabemos más o menos de dónde pudo haber sacado esa versión.
En 1988, con motivo de la segunda visita del papa Juan Pablo II al Perú, se construyó, en homenaje a las víctimas del terrorismo, la famosa cruz de la zona sur del morro con restos de torres de alta tensión que Sendero Luminoso había derrumbado por aquellas noches de los 80 y los 90. Pero más allá de un pedido simbólico de paz, era también una cruz que —puede interpretarse ahora— sentenciaba o sepultaba al primer gobierno de García como el peor de la historia del país. Algo así como RIP.
Hoy, que va finalizando el hasta hace unos años impensable segundo gobierno de García, el Morro Solar vuelve a ser síntesis de su periodo de gobierno. Ya no se trata de un símbolo, sino de un monumento personalizado con fondos desembolsados en parte de sus propios pantalones. Y es que ya no se trata de una representación de la situación social, sino de la materialización de una pataleta o rabieta de un mandatario que busca, con 22 metros de altura, hacer inolvidable la reivindicación de su nombre que él está seguro haber logrado con el “crecimiento económico”.

Sin duda alguna, el Morro Solar sigue siendo un “altar” para nuestro poco santo Presidente. Pero ya no se trata de un altar de la patria, sino del suyo.

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3. Intereses mercantiles Si de salvar al altar de la patria de los intereses mercantiles se trataba, lo que hace hoy es aprovecharse de éste para hacer realidad sus sueños, como él mismo ha señalado. Ya olvidó “ese hermoso verso de Calderón de la Barca” de que “los sueños, sueños son”, que con tanta convicción sudó en su mitin de regreso al país. El problema es que aquella noche también se comprometió a estar en espíritu hasta después de muerto con los peruanos. Pasados los años, debe haber pensado que el espíritu difícilmente puede generar inversión, así que los sueños, sueños son, pero son mejores aun si pueden traer turistas, por ejemplo. O sea, si pueden tener un interés mercantil.
No hay que olvidar que en el aspecto económico hay todavía muchas preguntas que requieren respuestas que nada tienen que ver con sueños, sino con documentos, números y certificados que respondan, por ejemplo, a cambio de qué se recibe tremenda donación de la cuestionada empresa brasileña Odebrecht, cómo así un presidente que cree que la plata tiene vida propia puede donar 100 mil soles, quién se encargará del costo del mantenimiento del Cristo, etcétera. Intereses mercantiles que explicar.
4. Posponer el yo frente al colectivo
Habría que ver qué pudo haber entendido García de esta premisa. O se olvidó del “pos” y se quedó con el “poner el yo”, o su magnitud física y egocéntrica ya no le permite definir la línea divisoria entre lo que es él y lo que no, entre lo que es su diámetro personal y lo que es el espacio público. Es más: por las mismas razones, quizá se interprete a sí mismo como un colectivo. En fin.
Pospuso su yo, pero su yo de hace tres años.
5. El ejemplo de trabajar juntos
Esta vez Alan García no solo se zurró en la misma alcaldesa de Lima, Susana Villarán, sino que, a través de la ministra Rosario Fernández —¿qué hacía ella defendiendo públicamente desde Palacio de Gobierno una obra que no es cuestión de Estado?—, buscó desautorizarla de toda injerencia en la zona referida.
Villarán, quien no ha sabido plantarse de frente ante el Presidente y decirle “saca tu mano cochina de mi arroz”, decidió sencillamente señalar que no había sido consultada y hasta propuso que la carretera Interoceánica sería “un lindo lugar” para la obra. Si la obra es una realización de empresas privadas y personales, no tiene por qué haber un enfrentamiento entre Alcaldesa y Presidente, sino entre el Municipio y la empresa o persona, y es el Municipio el que debe tener la última palabra.
Trabajar juntos no es ahora sinónimo de “respaldar gestión”; simplemente no es sinónimo de nada. Y en ese entonces era más o menos lo mismo ya que, en relación con el litoral limeño, si García respaldó la gestión de Castañeda es porque ésta no tenía ningún proyecto para la zona. Sí la tiene, por el contrario, la gestión actual, con una planificación trabajada por el arquitecto Augusto Ortiz de Zevallos, uno de los principales críticos del Cristo del Pacífico.
6. Recordar Dícese de traer a la memoria algo.
“Abajo todo lo que sea apetito personal, ambición fugaz, oropel del cargo que se recibe”.
Lo dijo usted, señor Presidente.

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