miércoles, 12 de octubre de 2011

Promocionando

- Diario La Repùblica
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¿Qué pensar sobre el ascenso este año de una proporción particularmente alta de la promoción militar de Ollanta Humala? Los conocedores coinciden en que la decisión revela un sesgo respecto de los usos y costumbres castrenses. Pero a partir de allí aparecen diversas explicaciones, que van desde la compadrería hasta la conspiración.
Los más preocupados hacen referencia a la manera cómo Vladimiro Montesinos promovió a la promoción que lo acompañó hasta su ascenso a capitán para meterse la Fuerza Armada al bolsillo. La idea aquí es que Humala quiere hacer de los uniformados una suerte de base de poder adicional a la constitucional. Léase base de recambio si fuera necesario.
Era inevitable que el mayor retirado Humala extendiera un brazo político hacia su alma mater, y su promoción es un instrumento a la mano. Que ella estuviera disponible para los ascensos de esta hora es una feliz coincidencia en el tiempo. Hubieran ascendido con cualquier presidencia, aunque quizás no en la misma proporción.
También los presidentes constitucionales siempre han dormido más tranquilos con generales amigos en los cargos claves. Lo cual no ha sido visto como una maquinación contra la democracia, sino más bien como una forma de fortalecerla, con un sistema de lealtades de ida y de vuelta. ¿Qué pasa cuando el presidente además viene de la Fuerza Armada?
En principio no tendría que pasar nada. Humala tiene apoyo más que suficiente entre la ciudadanía y tareas de una magnitud que no invita a mover el bote. Más aun, el entusiasmo de los militares por un presidente surgido de sus filas, al que ven como redimiendo las vergüenzas castrenses de los años 90, no está ni remotamente limitado a su promoción.
Si ese entusiasmo castrense se mantiene confinado a los cuarteles, es decir si no se desborda hacia la administración civil pública, habrá una ganancia neta para todos. Además la Fuerza Armada tiene tareas, necesidades y reclamos suficientes como para ocupar toda su atención institucional, ahora con especial ayuda de la presidencia.
Las comparaciones que hacen los comentaristas más preocupados (algunos incluso ya alarmados) con las prácticas del fujimontesinismo, los estilos del chavismo y hasta los tiempos del velasquismo no van a cejar. La opinión pública, en cambio, no parece tan preocupada, y más bien observa las medidas de estos casi 100 días de gobierno con interés.
En lo específicamente militar y policial, lo que a la gente le gustaría ver es que los recambios de personal en ambas instituciones sean el inicio de reformas urgentes en ambas instituciones. Algo para lo cual Humala está particularmente bien posicionado, es de suponer que ahora más que antes.

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