Kriollo KKK
Más allá del intento de bajarse a Aída García Naranjo.
Una acusación de corrupción por un hecho ocurrido hace dos décadas en el municipio de Lima que hoy reaparece en la agenda, justo después de que se trabara su censura en el Congreso por una tragedia que no era su responsabilidad, permite suponer que a Aída García Naranjo le han puesto la puntería, quizá con una intencionalidad que va bastante más allá de bajarse a esta ministra.
Por un lado, García Naranjo tuvo una reacción política mediocre frente a la muerte lamentable de tres niños en Cajamarca, e innecesariamente desafiante frente al cuestionamiento político, pero quedó demostrado que el envenenamiento no fue por alimentos del Pronaa. Por el otro, el proceso penal que enfrenta se origina por compras hechas sin licitación pública en el municipio de Lima, pero cuando ella ya no era regidora.
Se puede, como algunos han hecho de forma legítima, cuestionar su torpeza para manejar la crisis política por la tragedia de Cajamarca, o cuestionar el que quisiera recurrir a la prescripción del caso cuando ella pertenece a un gobierno que predica la no prescripción de los delitos de corrupción.
Pero eso no tiene proporcionalidad con el cargamontón creciente y evidente de un sector conservador que, utilizando a sus medios visibles y a sus acólitos invisibles, con argumentos francamente deleznables, la ha emprendido contra la ministra García Naranjo con la obvia intención de censurarla.
No solo. Sacar a la ministra de la Mujer buscaría, desde la extrema derecha, promover la ruptura del gobierno con los sectores de izquierda que formaron parte de la tripulación desde la travesía de los tiempos de la campaña, tal como señaló Mirko Lauer ayer en su columna: “ganar a gritos, desde sus medios y su minoría parlamentaria, lo que no pudo ganar en las urnas”.
Ese esfuerzo sería promovido por un sector conservador en coincidencia con el lado retrógrado de la Iglesia Católica, el cual le ha puesto la puntería a García Naranjo por su defensa de los derechos de la mujer en materia de sexualidad y reproducción, tal como lo hizo evidente el cardenal Juan Luis Cipriani hace un mes cuando la emprendió contra la ministra de la Mujer.
Es el mismo grupo que, con su elenco estable, sus medios masivos, sus apéndices parlamentarios y sus vinculaciones empresariales, la emprende con todo contra la alcaldesa Susana Villarán, la ministra Susana Baca o el jefe de Devida, Ricardo Soberón, sin darse cuenta de que el éxito de un gobierno de izquierda como el actual, con buen manejo económico, inclusión social y solidez democrática, permitiría que el Perú dé un salto cualitativo similar al que han dado otros países como Chile o Brasil.
En vez de eso, este Kriollo KKK apuesta a controlar al gobierno a través de su debilitamiento, sin darse cuenta de que, de ese modo, vuelven más frágiles al sistema y a sus propios intereses.
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